En el Evangelio del día del 10 de noviembre, Jesús nos habla de dos realidades que caminan juntas: la fe y el perdón. Son palabras que nos piden coraje y humildad, porque tocan el corazón mismo de la vida cristiana.
La fe y el perdón son dos conceptos clave en la reflexión sobre el Evangelio del día del 10 de noviembre. Jesús no endulza la realidad: sabe que en el mundo siempre habrá escándalos, injusticias y heridas. Pero nos invita a estar atentos, a no convertirnos nosotros mismos en motivo de caída para los demás. “¡Ay de aquel que escandaliza a uno de estos pequeños!”, dice con fuerza. El discípulo no puede vivir en la indiferencia: cada gesto, cada palabra puede construir o destruir la fe de quien nos rodea. La vigilancia del corazón se convierte así en un acto de amor, una forma de custodiar la fragilidad del otro.
Del Evangelio según San Lucas
Lc 17,1-6
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel por quien vienen! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños. ¡Tened cuidado! Si tu hermano peca, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca contra ti siete veces al día, y siete veces vuelve a ti diciendo: “Me arrepiento”, lo perdonarás». Los apóstoles dijeron al Señor: «Auméntanos la fe». El Señor respondió: «Si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a este moral: “Arráncate y plántate en el mar”, y os obedecería».
El Evangelio del día del 10 de noviembre nos pone frente a una tarea difícil: perdonar siempre. Jesús no habla de un perdón “de una sola vez”, sino de un perdón continuo, siete veces al día, si es necesario. Es una invitación que supera toda lógica humana. No significa justificar el mal, sino romper su cadena. El perdón verdadero nace de un corazón que sabe recordar que fue perdonado primero. Solo quien ha experimentado la misericordia de Dios puede realmente donarla a los demás.
Cuando los apóstoles escuchan estas palabras, se sienten sobrepasados. Perdonar tanto parece imposible, y entonces gritan: “¡Auméntanos la fe!”. Jesús responde con una imagen sorprendente: basta una fe pequeña como un grano de mostaza para mover un árbol. Es una forma de decir que no importa la cantidad de fe, sino su autenticidad. Incluso una fe pequeña, si es verdadera, tiene una potencia inmensa: puede arrancar el mal y plantar la paz en el corazón.
El Evangelio del día del 10 de noviembre nos invita a vivir con confianza y perseverancia. La fe y el perdón son dos caras del mismo amor: creer significa confiar en Dios incluso cuando no se entiende todo, y perdonar significa dejar que su amor pase a través de nosotros. De este modo, incluso la fe más frágil puede convertirse en semilla de vida nueva, capaz de transformar el mundo.
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