La sabiduría de Cristo según Benedicto XVI

La enseñanza de Jesús no nace de un estudio o de un proceso de aprendizaje humano. Es una verdad que Benedicto XVI recordó a menudo, subrayando que el Evangelio no nos presenta a un maestro entre muchos, sino al Hijo que habla porque ve al Padre. En estas palabras, aparentemente sencillas, se esconde una de las claves más luminosas de la fe cristiana: Jesús no transmite lo que ha aprendido, sino lo que es.

Benedicto XVI nos explica el diálogo eterno entre el Hijo y el Padre

La lectura del pensamiento del entonces Pontífice sigue siendo de fundamental importancia. Ratzinger sostenía de hecho que: “La enseñanza de Jesús no proviene de un aprendizaje humano, sea cual sea. Proviene del contacto inmediato con el Padre, del diálogo ‘cara a cara’, de la visión de Aquel que está ‘en el seno del Padre’” (fuente: pensamientos de Benedicto XVI) . En el corazón del mensaje de Benedicto XVI está la conciencia de que Jesús vive en un diálogo ininterrumpido con el Padre.

Su enseñanza, por tanto, no es una filosofía construida, sino un fluir directo de la Verdad misma.Cuando en el Evangelio de Juan se dice que el Hijo está “en el seno del Padre” (Jn 1,18), se expresa que Jesús habla con autoridad porque ve al Padre y lo conoce de verdad. No es un saber aprendido, sino una comunión profunda, una relación “cara a cara” que ningún ser humano puede alcanzar por sí mismo.

No un maestro entre los maestros

Benedicto XVI advirtió muchas veces contra una visión reductiva de Jesús como simple profeta o sabio. Si la enseñanza de Cristo proviniera de un saber humano, por noble que fuera, estaría limitada, ligada a la cultura y al tiempo. Pero la palabra de Jesús, en cambio, tiene una fuerza que atraviesa los siglos porque viene de Dios mismo. Cuando habla, no interpreta la voluntad del Padre: la revela. Por eso su lenguaje tiene una autoridad que asombra a las multitudes (“enseñaba como quien tiene autoridad”, Mt 7,29) y que nadie puede imitar con las solas capacidades humanas.

Benedicto XVI: Un conocimiento que salva

Para Benedicto XVI, este origen divino de la enseñanza de Jesús no es un detalle teológico, sino el corazón de la fe cristiana. Si Cristo no fuera la Palabra eterna del Padre hecha carne, entonces su mensaje quedaría solo como un ideal moral, bello pero impotente.
En cambio, la Palabra que Él pronuncia obra lo que dice: ilumina, sana, convierte, salva. Cuando Jesús habla, el Cielo toca la tierra. Es este contacto directo con el Padre el que transforma sus palabras en fuentes de vida eterna.

El misterio de la revelación

La enseñanza de Benedicto XVI invita así a redescubrir el sentido auténtico de la Revelación: Dios ya no comunica por medio de profetas o símbolos, sino a través del mismo Hijo. En Jesús, el Verbo eterno se hace carne y se convierte en voz, gesto, mirada. Cada palabra del Evangelio nace de ese misterioso “cara a cara” entre el Padre y el Hijo, hecho visible en el tiempo.
Creer significa, entonces, entrar en ese diálogo, dejarse atraer por la relación trinitaria donde toda verdad es también amor, y toda enseñanza es don de comunión.

Una invitación para el hombre de hoy

En el pensamiento de Benedicto XVI, esta visión también responde a un mundo que tiende a reducir la fe a simple ética o emoción. Jesús no es un moralista, sino el Hijo de Dios que habla con voz divina. Aceptar su enseñanza significa dejarse tocar por una sabiduría que supera toda medida humana.
En un tiempo en el que el hombre busca maestros y respuestas, Benedicto XVI nos recuerda que la verdadera sabiduría no se conquista: se recibe. Y solo se recibe entrando en el diálogo del Hijo con el Padre, donde la palabra no es teoría, sino encuentro, luz y vida.

Lee también: Jubileo mariano: Roma acoge a la Virgen de Fátima