“Para que una hija
  pueda a su madre querer,
  es necesario que ésta
  sepa llorar con ella,
  que con ella comparta
  sus penas y dolores.
  ¡Oh dulce Reina mía!,
  cuántas y amargas lágrimas
  lloraste en el destierro para ganar mi corazón,
  ¡oh Reina!
  Meditando tu vida
  tal como describe el Evangelio,
  yo me atrevo a mirarte
  y hasta a acercarme a ti.
  No me cuesta creer que soy tu hija,
  cuando veo que mueres,
  cuando veo que sufres como yo”.
 



I commenti sono chiusi.