Me siento afortunado de estar enfermo, así ayudo Dios

La diócesis de Toulon abre la causa de canonización Anne-Gabrielle Caron, fallecida tras vivir un cáncer como una verdadera escalada espiritual

El proceso para la posible beatificación y canonización de la pequeña Anne-Gabrielle Caron (2002-2010), fallecida a la edad de 8 años, se inauguró oficialmente en la diócesis de Fréjus-Toulon, donde ella vivía con su familia.

Llevada por el cáncer, su terrible experiencia fue la ocasión de un impresionante ascenso espiritual, según informa la revista Famille Chrétienne.

Dominique Rey, obispo de Toulon, afirma que Anne-Gabrielle Caron nos da una magnífica lección de esperanza: “Fue una niña que vivió su enfermedad a semejanza de la Pasión de Cristo. Oré por ella y pude ver a esta pequeña que, en el corazón de su sufrimiento, recibía la vida como una ofrenda al Señor. Anne-Gabrielle dio testimonio de Dios. Ella era una señal de Dios “, explicó a Aleteia.

Enfrentando la enfermedad y la muerte

Sonriendo, feliz, dispuesta a cuidar de sus tres hermanitos y disfrutando en las actividades de scouts en las que participaba regularmente, Anne-Gabrielle Caron se enfrentó brutalmente con la enfermedad y la amenaza de muerte.

Fue durante su séptimo año cuando se quejó de más y más dolor en una pierna. Seis meses después, cayó el diagnóstico: Anne-Gabrielle sufría un cáncer muy raro, el sarcoma de Ewing, que le llegaba a la espinilla.

Estuvo recibiendo quimioterapia durante ocho meses en el Hospital La Timone de Marsella. Toda la vida familiar estaba afectada… Gracias a los familiares y enfermeras del hospital, se creó un gran apoyo logístico y espiritual.

A pesar de los diferentes tratamientos, el cáncer recurrió. Se propagó por todo el cuerpo de la niña, atacando todos sus huesos. Bajo los efectos de la morfina, Anne-Gabrielle apenas soportaba el peso de su propio cuerpo.

Sin embargo, desde el apogeo de sus pocos años, ella dio una magnífica lección de esperanza. Esta niña de ocho años encarnó el ejemplo que Juan Pablo II citaba en su carta apostólica Salvici doloris:

En el ejemplo de Cristo, el sufrimiento puede convertirse en una oración. Unidos al de Jesús, el sufrimiento es capaz de entrar en el orden del amor y volverse gracia de los demás”.

Como explica Marie-Dauphine Caron, la madre de Anne-Gabrielle, en el conmovedor libro/testimonio Là où meurt l’espoir, brille l’Espéranceno hay un “sí” al sufrimiento. Es más bien un “sí” al amor que podemos dar a través de este sufrimiento.

Al mismo tiempo, tal ofrenda es una prueba de amor a Cristo, una prueba que se opone a los pecados de los hombres. Anne-Gabrielle lo llamó “consolando a Jesús”. Ella dijo: “Aunque no me gusta estar enferma, tengo suerte porque puedo ayudar a Dios a que la gente vuelva a Él”.

Cuando la alegría convive con la cruz

Durante la enfermedad, la vida de Anne-Gabrielle se articuló en la coexistencia de la cruz y la alegría. Unos meses antes de su muerte, confió nuevamente a su madre: “Le he pedido al buen Dios que me dé todos los sufrimientos de los niños del hospital. Y dijo también: “Yo sufro de tal modo como si ellos pudieran no sufrir“.

Como muestra su madre, Anne-Gabrielle estaba decidida: deseaba ser una gran santa, “¡como santa Teresa de Lisieux!“. Esto lo dijo un día, con seguridad: “¡Pero seré santa!“. Poco después, confió a su madre:

“De vez en cuando me digo a mí misma (no a menudo) que cuando muera, me diré que, de hecho, no es tan difícil hacer el bien. Es verdad, no es difícil ser amable, pensar en los demás, obedecer y no molestar a tus hermanos y hermanas”.

El último mes de su vida estuvo marcado por momentos de gracia. Anne-Gabrielle perdonó a quienes la habían lastimado, así como a quienes se habían burlado de ella.

También expresó su voluntad de pedir perdón a todos aquellos a quienes pudo haber hecho daño. Y expresó una y otra vez su amor por sus padres, su hermano y sus dos hermanas.

Sosteniendo una imagen de Cristo en la cruz, exclamó: “¡No! Es demasiado … Jesús … Él sufrió demasiado …“. Sus oraciones son tan valiosas que los familiares le confían intenciones. Algunos de ellos han declarado más tarde que les fueron concedidas.

El obispo Dominique Rey recuerda un día en particular. Acababa de llevarle la Comunión. Por primera vez en dieciocho meses de pruebas, ella le dijo que la taza está demasiado llena, que todo eso es demasiado para ella. Era la vigilia de su muerte.

Unas horas más tarde, se la encontró en paz. Así se despidió. Murió en la tarde del 23 de julio de 2010, después de una agonía de 30 horas.

Fuente: aleteia.org

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