La gran diferencia que una pequeña imagen del Sagrado Corazón puede hacer

Cuando mi esposa y yo fuimos acogidos en la Iglesia católica, hace cinco años, recibimos un regalo: un retrato enmarcado de Jesús. En él, Jesús tiene la mano derecha hacia arriba, como dando una bendición, y sobre el pecho su corazón está expuesto para que lo vea todo el mundo. En esa época, me gustó la imagen y aprecié el regalo. Desde entonces, nos hemos cambiado algunas veces, y yo siempre he colgado la imagen en un lugar sobresaliente en la pared, porque para nosotros es reconfortante. Él ayuda a volver la casa un hogar y nos recuerda que Dios está cuidando de nuestra familia.

Pero nunca entendí lo realmente especial que era esta imagen hasta recientemente. Esta imagen en particular, es muchas veces referida como el Sagrado Corazón de Jesús, y está colgada también en las paredes de innumerables otras casas. Una amiga, Christine, dijo de la imagen: “Yo muchas veces rezo frente a la imagen, sintiendo que Él está con nosotros”. En esta época del año, cuando los cristianos hacen una pausa para recordar al Sagrado Corazón, me gustaría saber si otros también están tomándose un momento para mirar sus imágenes y sentir que Dios está velando por ellos.

El Sagrado Corazón es popular a causa de una mujer llamada Margarita María Alacoque que, en el año 1673, tuvo una visión de Jesús en que ella descansaba la cabeza en su corazón. Él le dijo: “He aquí el Corazón que ha amado tanto a las personas sin ahorrarse nada hasta agotarse y consumirse para demostrarles su amor”. Cuando yo supe el origen de la imagen y entendí que el corazón de Jesús representaba su amor, se volvió todavía más significativo. Aquí está una imagen de Dios que me ama tanto, que está dispuesto a morir para que yo pueda vivir, y que está con nosotros hasta incluso en nuestras casas.

Jesús también dio a Margarita María Alacoque 12 promesas. Una de ellas me llamó la atención: “Estableceré y conservaré la paz en sus familias”. Nuestra casa es un manicomio. Ayer en la noche, solo, nuestro hijo menor tomó agua del inodoro y la derramó por todas partes, las hijas mayores cogieron un cerillo y gritaron que prenderían fuego a una escoba de plástico, y los dos niños exigían que yo les enseñara “habilidades con las navajas”.

Para aquellos que no están familiarizados con eso, reflexionar sobre las imágenes como la del Sagrado Corazón se encuadra en la categoría de “devoción”, me gusta pensarla como puerta de entrada para la espiritualidad interna. Dios nos creó para conocer el mundo a través de nuestros sentidos físicos, para tener alegría a nuestro alrededor, como una puesta de sol, un bebé sonriendo o una representación de lo divino. No hay nada de malo o extraño en encontrar consuelo y belleza en una imagen porque, en última instancia, todo lleva de vuelta a Él.

En mi mente yo se que Dios está conmigo todo el tiempo, pero es una gran ayuda ver eso – es más o menos la misma forma como yo expreso el amor a mis hijos. Es bueno decirles que los amo e intento decirlo a menudo, pero ¿cuánto más estas palabras significan para ellos a la hora de dormir cuando yo los abrazo y los beso y les digo esas tres palabras?

Cuando hago una pausa frente a la imagen de Jesús y su Sagrado Corazón, me acuerdo de que Él no nos dejó solos. Él se preocupa por nuestra familia y nos ofrece su paz. Colgada ahí día tras día, Él debe ver cómo, a pesar de amarnos los unos a los otros y haber una gran alegría en nuestra casa, hay momentos en que nos maltratamos los unos a los otros. No importa qué, Él aún está ahí y su corazón aún late por nosotros. Él quiere ser una parte de nuestra familia, para vivir con la gente en la vida diaria.

Dios está siempre cerca y listo para oír. Colgar un cuadro del Sagrado Corazón abre una conexión con Jesús que no existía antes. Una pareja amiga, Wendy y Jeff, compartió una experiencia semejante que ellos tuvieron con una imagen del Sagrado Corazón colgado en su casa. Wendy dijo: “Nosotros la colgamos donde Jeff pueda verla todas las mañana antes del trabajo … Yo voy a verla todas las mañana y le digo buen día a Jesús”. Este hábito simple ha hecho la diferencia en su casa. “En los tres años que hice esto, mi corazón cambió”, dijo Wendy. Nuestra amiga Maureen, está de acuerdo y dice: “Yo me arrodillé y oré frente a la imagen muchas veces cuando me sentía oprimida y su Corazón me recuerdó que su amor cuidará todo. Yo soy una persona preocupada, pero cuando me acuerdo que ya le pedí a Jesús que fuera el rey de nuestra casa y nuestros corazones, yo se que no tengo nada que temer”.

La espiritualidad no tiene que ser una larga oración elaborada. Puede ser tan simple como ver el rostro de Dios en tu camino y recordar que eres amado, o hacer un compromiso silencioso para compartir tu corazón con Él. Para mí, por encima de todo es un recordatorio de que nuestra casa es un lugar de alegría y paz, y no hay ninguna pena, o mal, o pecado en el mundo que pueda separarnos del amor de Dios.

fuente: aleteia

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