Si nos dejamos guiar por el Espíritu Santo, ¿qué encontraríamos?

“Pedro (…) ahora se comporta como la «roca» que Jesús quería”, gracias a la transformación realizada por el Espíritu Santo, nos recuerda el Santo Padre, Juan Pablo II.

San Juan Pablo II (1920-2005, Polonia), elegido el 16 de octubre de 1978, fue el 264º Obispo de Roma.

La historia del Papa Juan Pablo II sigue siendo nuestra historia y habla del Dios de Misericordia y consuelo. Habla del Dios que va al encuentro del hombre y lo cuida; que se enfrenta al enemigo con él y da valor, incluso en el martirio.

También él, el Papa, bajó inmediatamente entre la gente, como un Pastor que llama al rebaño y muestra el camino. Tocó el corazón de los protagonistas de su tiempo, como de todos aquellos que tenían miedo declararse cristianos.
Pasó por la historia, al mismo tiempo que amonestaba al comunismo o al capitalismo; mientras nos decía que no bajáramos la cabeza ante el abuso, el abuso de poder o crimen organizado.

Fue personalmente afectado por el odio que la historia es capaz de infligir. Y, el 13 de mayo de 1981 (aniversario de Nuestra Señora de Fátima), ¡alguien decidió matarlo! Sabemos bien cómo se desarrollaron los hechos.
Su testamento comienza con la frase “Totus Tuus ego sum”, una consagración total a María, que fue el eje de su obra.

De los escritos de Juan Pablo II sobre el Espíritu Santo

“Pedro, a quien el miedo a las acusaciones de una mujer había llevado a la triple negación (cf. Mc 14, 66-72), ahora se comporta como la «roca» que Jesús quería (cf. Mt 16, 18). Y también los demás, que hasta ese momento se dedicaban a discusiones motivadas por la ambición (cf. Mc 9, 33), ahora son capaces de ser «un solo corazón y una sola alma» y de ponerlo todo en común (cf. Hch 4, 32). Los mismos que, tan imperfectamente y con tanta dificultad, habían aprendido de Jesús a orar, a amar y a ir a la misión, ahora oran de verdad, aman de verdad y son verdaderos misioneros, verdaderos apóstoles. Esa es la obra realizada por el Espíritu de Jesús en sus Apóstoles.”

El Espíritu Santo transforma a quienes habían negado a Cristo, por temor a encontrar su mismo fin, en testigos, dispuestos a sacrificar su vida por los demás. Entonces, ¿qué podría hacer con nuestras vidas si le permitimos actuar y cumplir la voluntad de Dios?

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