Son muchas los prodigios vinculadas a la Virgen María y sus imágenes: apariciones, lágrimas, sudores. ¿Qué significan?
Cada prodigio tiene en sí mismo un mensaje que la Virgen quiere dar a la humanidad. Una especie de lenguaje secreto, destinado a comunicarnos algo, como si quisiera tener “un agarre más eficaz” de lo que pueden tener simples palabras.
María se ha aparecido varias veces para hablarnos, para darnos un mensaje o simplemente para advertirnos de algo. Desde las apariciones de Fátima y Lourdes, pasando por las de Medjugorje, hasta las manifestaciones místicas que tuvieron lugar en Italia, como aquella de la estatua de Nuestra Señora de Civitavecchia.
La incredulidad de muchos, especialmente de algunos hombres de iglesia. Fue él, el entonces obispo de Civitavecchia, monseñor Grillo, escéptico del fenómeno de la Virgen ocurrido en su diócesis, ante la evidencia (la Virgen lloró sangre justo cuando estaba en sus brazos) tuvo que cambiar de opinión: “Es un evento racionalmente inexplicable. Es claro que ha sucedido algo de irracional entre mis manos. Me haré matar pero repetiré siempre lo que vi y lo que sucedió entre mis manos”
“Estuvimos rezando largo rato. Durante la cena, el Papa me pidió que le contase lo sucedido. Empecé a explicárselo pero paré porque me di cuenta de que él sabía más que yo. Me quedé impresionado. Después habló sobre el significado de este llanto. Después de cenar me ordenó que mantuviese esto en silencio y que un día, yo debía contar al mundo que Juan Pablo II había venerado la imagen de Virgencita de Civitavecchia. Le pregunté cuándo y me dijo que me daría cuenta yo sólo”.
Sus lágrimas son tan buenas como su dulce palabra: así expresó su dolor
La Virgen a menudo llora como si fuera la verdadera razón que la impulsa a manifestarse. Y lo ha hecho también a lo largo de los siglos y en diversas apariciones: Sor Lucía de Fátima vio a María profundamente triste y con el rostro lleno de lágrimas. Entonces ella contó lo que dijo la Virgen en 1917: “Nos ha pedido que recemos, pidamos perdón a Dios y hagamos actos de reparación.No ofendan más a DIOS, que ya está muy ofendido”.
Sus lágrimas no son por casualidad. La Virgen, siempre que se aparecía, tenía muchas ganas de comunicarnos algo, especialmente a través de su dolor.
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