El Monte Carmelo fue, desde los primeros tiempos, muy famoso en Palestina (hoy territorio israelí). En efecto, en él se retiraban hombres a honrar la Virgen Madre de Dios, aun antes de que naciera.
Luego continuaron su retirada cada vez más solitaria sobre el Monte Carmelo, pero cuando la espada de Mahoma sometió a Palestina, algunos apenas lograron salvarse escondiéndose en las cuevas.
Hacia el siglo XI, un piadoso sacerdote erigió una pequeña iglesia a la Virgen sobre las ruinas de una capilla anterior. Así comenzó la orden de los Carmelitas que luego fue aprobada por los Sumos Pontífices Honorio II y Gregorio IX.
Salve María, flor del Carmelo,
dulce consuelo del mortal,
guía a tus hijos, madre adorada,
a la morada celestial. (bis)
Desde los cielos, la Virgen bella
nuestra plegaria escuchó,
y compasiva cual tierna madre,
llena de gracia descendió.
Su voz divina en nuestras almas
vertió el aroma de su amor.
Y en rica prenda, de sus ternuras
su escapulario nos dejó. (bis)
Virgen del Carmen, reina del cielo,
nuestros acentos ven a oír,
porque tus hijos, tan sólo anhelan,
tu dulce nombre bendecir.
Solo anhelamos, junto a tu trono,
viendo tu rostro siempre vivir:
¡ Virgen del Carmen,
Madre querida
Guárdanos siempre
Junto a Ti!
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