Lo que te contaremos hoy es la tierna historia de una mujer que adopta un niño que nadie quería. Adoptar un niño es una gran responsabilidad que requiere tiempo, dedicación y sobre todo mucho amor, pero adoptar un niño con discapacidad requiere gran valentía.
Cuando se toma esta decisión, uno se enfrenta a dificultades que pueden asustar y poner a prueba a los padres adoptivos, pero al mismo tiempo puede vivir una de las experiencias más gratificantes y emocionantes que la vida puede ofrecer.
Nicky es una mujer satisfecha, con una vida normal y tranquila, un hombre que la quiere y una hija fruto de una relación anterior. En su corazón, sin embargo, subyace un deseo. A Nicky le gustaría poder darle una familia a otro niño y compartir el amor que la rodea.
Una nueva vida para Rustan
Junto con su pareja, deciden aventurarse en esta nueva experiencia y empiezan a evaluar varios perfiles. Uno les llama la atención, un niño que nadie habría adoptado. Sí, habían decidido adoptarlo a él, a Rustan, un niño nacido con muchas malformaciones.
Rustan había sido abandonado al nacer, después de que su madre viviera su embarazo de forma desregulada, lo que posiblemente causó parte de sus problemas. El niño nació con una pierna, no podía hablar, tenía rasgos faciales peculiares y un retraso en el desarrollo.
Un año después de la adopción, Rustan aprendió a caminar, primero con muletas y luego con prótesis. La madre comenzó a compartir la historia de Rustan en las redes sociales y muchos programas empezaron a llamar a la familia para difundir y escuchar una gran historia de amor.
Estos cariñosos padres enseñaron a Rustan lo que es el amor y se aseguraron de que el niño nunca se avergonzara de su apariencia, recordándole siempre que el cuerpo es una caja que encierra la parte más hermosa de nosotros.
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