¿Quién hace a los santos? Un viaje en la maquinaria celestial de la Iglesia.

¿Quiénes son realmente los santos y cómo se decide llamarlos así?
Detrás de cada proceso de canonización hay una investigación precisa compuesta por testimonios, análisis de milagros y trámites burocráticos.
Descubramos la “fábrica de los santos”, donde la fe y la documentación colaboran al unísono.

Cardenales trabajando
Cardenales trabajando – LaluzdeMaria

En el corazón de los antiguos muros vaticanos existe un lugar de grandísima importancia que, con el tiempo, ha recibido un curioso apodo. Este ha pasado a la historia como la “fábrica de los santos”.
Se trata, en realidad, de un lugar de importancia central en la vida y los acontecimientos cristianos, tanto que, a través de su labor, se determina la posibilidad o no de declarar nuevos santos.
Con esta expresión singular se hace referencia a la Congregación para las Causas de los Santos, es decir, el dicasterio encargado de uno de los procesos más delicados de la historia eclesiástica: la proclamación de nuevos beatos y santos.

La fábrica de los santos: un proceso meticuloso

Es importante prestar atención al término utilizado. La palabra fábrica, de hecho, remite a algo conceptualmente distinto de lo que realmente ocurre en el proceso de canonización. No estamos, por supuesto, ante una “línea de montaje”, sino ante un proceso largo y meticuloso que lleva a la proclamación de nuevas personas santas.
El significado que se esconde detrás de este trabajo particular es tanto espiritual como histórico.
Cada proceso de canonización que se lleva a cabo en la “fábrica de los santos” se centra en las virtudes heroicas y, muy a menudo, en la presencia de milagros atribuidos a la intercesión de la persona en cuestión.

La “fábrica” en acción

La llamada fábrica de los santos ha vivido períodos de intensa actividad, como por ejemplo durante el pontificado de San Juan Pablo II. Basta pensar que, en ese contexto histórico, la “fábrica” proclamó a más de cuatrocientos santos y a más de mil beatos. La obra realizada durante el pontificado de Karol Wojtyła fue un verdadero ejercicio de estudio atento de las causas y de los milagros atribuidos a aquellos que llegarían a ser reconocidos como nuevos santos.

Un profundo reconocimiento espiritual

Lo que se lleva a cabo en el corazón de la Iglesia no es un acto meramente formal, sino un verdadero y profundo reconocimiento espiritual. Los santos son hombres y mujeres que vivieron el Evangelio en toda su plenitud, en la humildad de la vida cotidiana. Por esta razón, debemos tener en cuenta un detalle nada menor: la Iglesia no “crea” santos, sino que los “reconoce”. Cada proceso de canonización, en este sentido, es ante todo un discernimiento desde una perspectiva espiritual. Se trata de una escucha muy atenta de todo lo que el Espíritu Santo ha obrado a través de la persona en cuestión.

En este sentido, incluso el estudio del milagro requerido no se limita a un “evento extraordinario”. El milagro es, ante todo, un signo, un lenguaje a través del cual Dios confirma la santidad de la vida de quien está a punto de ser elevado a los altares. Así, la “fábrica de los santos” adquiere una importancia aún mayor, convirtiéndose en un lugar simbólico donde se contempla el misterio de la humanidad redimida.

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