Entre las oraciones más conocidas y queridas del cristianismo se encuentra, sin lugar a dudas, el Padre Nuestro, la oración que el mismo Jesús enseñó primero a sus discípulos y luego a todos nosotros. Lo sorprendente es que el primer comentarista de esta oración no fue un Pontífice romano ni un teólogo de Jerusalén, sino un pensador africano, uno de los más influyentes de su época.

¿El primer comentario al Padre Nuestro? Su origen es sorprendente.
Se podría pensar que una de las oraciones más conocidas y amadas del cristianismo, el Padre Nuestro, fue comentada por primera vez por un Pontífice romano o un teólogo de Jerusalén. Y, sin embargo, la historia nos dice algo muy distinto. No fue un occidental quien nos ofreció la primera interpretación de la oración enseñada por Cristo, sino un pensador procedente de un lugar mucho más remoto, aunque conectado con la romanidad de su tiempo.
De hecho, según lo que aprendemos de los libros de historia y arqueología, el primer comentario oficial de esta oración proviene de un sorprendente protagonista del cristianismo antiguo: el pensador cartaginense Tertuliano. Este célebre filósofo y teólogo norteafricano tenía un carácter profundamente visionario. Gracias a su reflexión, el Padre Nuestro fue considerado desde el principio como una verdadera síntesis de todo el Evangelio.
El Padre Nuestro explicado por Tertuliano
No fue un Obispo de Roma, ni un teólogo de Jerusalén, sino un laico cristiano que vivió en su tiempo en Cartago. Esta ciudad, ubicada en la actual Túnez, acogió a esta gran figura de la filosofía y del cristianismo entre los años 155 y 240 d.C. Tertuliano fue un intelectual refinado, culto, y convertido al cristianismo en su adultez. Es considerado, en el imaginario colectivo, como un auténtico “padre” de la teología cristiana latina. A él le debemos el primer comentario oficial del Padre Nuestro, incluido en una de sus obras más importantes: el tratado De oratione.
Un resumen del Evangelio
Gracias a este comentario, la oración enseñada por Jesús a sus discípulos fue vista como una especie de resumen del Evangelio. De hecho, la expresión “breviarium totius evangelii” —es decir, “resumen de todo el Evangelio”— se atribuye a su sucesor espiritual, San Cipriano de Cartago. Este último, obispo y escritor romano, es venerado como Santo y Padre de la Iglesia.
La idea es tan fascinante como profunda: en unas pocas líneas, el Padre Nuestro toca todos los temas centrales del cristianismo. Tertuliano, en su comentario, nos recuerda que se habla de la Paternidad de Dios, pero también de la venida del Reino, del pan cotidiano, del perdón, de la tentación y de la liberación del mal. Es, en efecto, una verdadera síntesis de todo lo que un cristiano cree y vive cada día.
El mensaje de esta oración, tal como nos lo transmite Tertuliano, es profundamente actual. Rezar hoy el Padre Nuestro es una oportunidad para redescubrir una profundidad que muchas veces repetimos de forma distraída. Y sin embargo, como enseñan los Padres de la Iglesia, en ella se guarda el corazón mismo del mensaje evangélico.
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