El Evangelio del día 9 de julio, tomado del Evangelio según San Mateo (Mt 10,1-7), nos presenta a Jesús que llama a sus discípulos y les confía una misión precisa y extraordinaria.

Evangelio del día, 9 de julio: la llamada y la misión de los Doce
El Evangelio del día 9 de julio, tomado del Evangelio según San Mateo (Mt 10,1-7), nos presenta a Jesús que llama a sus discípulos y les confía una misión precisa y extraordinaria.
El pasaje comienza con un gesto solemne: Jesús llama a los doce discípulos, eligiéndolos uno a uno. No se trata de una selección genérica, sino de una vocación personal e íntima. Cada uno de los nombres mencionados tiene un rostro, una historia, una fragilidad. Está Pedro, impulsivo y generoso; está Mateo, el publicano, proveniente de un oficio despreciado; también está Judas, el que lo traicionará.
Jesús no elige a los perfectos, sino a quienes están dispuestos a ponerse en camino. Esta es una lección profunda para todo creyente: Dios no llama a los mejores, sino que capacita a quienes llama.
Evangelio del día, 9 de julio: la misión
Del Evangelio según San Mateo (Mt 10,1-7)
En aquel tiempo, Jesús llamó a sus doce discípulos y les dio poder para expulsar espíritus impuros y curar toda enfermedad y dolencia.
Los nombres de los doce apóstoles son: el primero, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano; Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan su hermano; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas Iscariote, el que lo traicionó.
A estos Doce los envió Jesús, con esta orden:
«No vayáis a tierra de paganos ni entréis en las ciudades de los samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Por el camino, proclamad que el Reino de los Cielos está cerca».
Jesús da una orden precisa: «No vayáis a tierra de paganos», sino que os dirigáis «a las ovejas perdidas de la casa de Israel».
No se trata de una exclusión definitiva, sino de una indicación temporal y estratégica.
El Evangelio nace dentro de un pueblo, y desde ahí se abre al mundo.
Hoy, esas ovejas perdidas somos a menudo nosotros: desorientados, distraídos, en busca de sentido.
El mensaje evangélico no es, ante todo, para el otro, sino para nosotros mismos, que necesitamos reencontrar el camino hacia Dios.
La palabra de Jesús nos transforma
El anuncio que hay que llevar es simple, pero revolucionario: «El Reino de los Cielos está cerca».
No es un reino lejano, ni una utopía. Es una realidad que comienza ya aquí, en el corazón de quien acoge a Cristo.
Es el reino de la paz, de la justicia, del perdón, de la verdad.
Predicar el Reino significa testimoniar con la vida que otra forma de vivir es posible:
una vida basada en el amor y no en el dominio,
en el don y no en la posesión.
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