Evangelio del día, 16 de julio: la oración de Jesús

En el Evangelio del día del 16 de julio, Jesús eleva una oración de alabanza al Padre, revelando el corazón mismo de su misión y del misterio de Dios. Una Palabra que nos invita a redescubrir la mirada de los “pequeños”.

Evangelio del día, 16 de julio
Evangelio del día, 16 de julio – LaluzdeMaria

Con el Evangelio del día del 16 de julio nos encontramos ante una de las oraciones de alabanza más bellas y espontáneas de Jesús mismo. Después de haber encontrado incomprensión y rechazo en muchas ciudades donde había realizado prodigios, Jesús no se deja abatir. Al contrario, eleva un canto de alabanza a Dios. Es un momento íntimo, una apertura del corazón: no una queja, sino una bendición. Jesús nos enseña a leer la historia con los ojos de la fe, a reconocer que incluso en las dificultades Dios actúa con sabiduría y amor.
La oración de Jesús se convierte así en un modelo para todo creyente: alabar a Dios incluso cuando la realidad parece dura e incomprensible.

Evangelio del día, 16 de julio: Jesús y el canto de alabanza

Del Evangelio según San Mateo (Mt 11,25-27)
En aquel tiempo, Jesús dijo:
«Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos
y se las has revelado a los pequeños.
Sí, Padre, porque así lo has querido en tu benevolencia.
Todo me ha sido entregado por mi Padre;
y nadie conoce al Hijo sino el Padre,
ni nadie conoce al Padre sino el Hijo
y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

Jesús alaba al Padre

Con estas palabras profundas e intensas, Cristo Jesús nos introduce en la lógica paradójica del Evangelio. No son los cultos y los sabios, en el sentido mundano, quienes comprenden los misterios de Dios, sino los “pequeños”, es decir, aquellos que tienen un corazón humilde, abierto, disponible. Los “pequeños” no son los ingenuos, sino aquellos que saben que no se bastan a sí mismos, que se confían, que se dejan sorprender y guiar.
Dios “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes”.

Nadie conoce al Hijo sino el Padre

«Nadie conoce al Hijo sino el Padre». Con estas palabras, se toca el corazón de la teología del evangelista: el Hijo conoce al Padre de manera única, exclusiva, y puede revelarlo a quien Él quiera. El conocimiento de Dios no es fruto del estudio ni del esfuerzo humano, sino un don gratuito, una revelación que pasa por la relación con Cristo.
El cristianismo, antes que una doctrina, es el encuentro con una Persona, el Hijo, que nos conduce al Padre.

Lee también: El Papa Francisco nos enseña el secreto de la felicidad

El llamado a los “pequeños”

Es el mismo Jesús quien nos muestra el camino de la salvación. Lo que se nos pide es dar gracias al Padre y confiar en su sabiduría. Los “pequeños” no cambian el mundo con el poder, sino con la fidelidad.
Y el Hijo les promete el don más grande: el conocimiento del Padre, es decir, la participación en la vida misma de Dios.

También podría interesarte: Papa León XIV: llamado por la paz en Castel Gandolfo

Gestione cookie