El Evangelio del día 25 de julio nos presenta un episodio muy particular. Una madre pide para sus hijos los puestos de honor, y la respuesta de Jesús da un giro total a las lógicas del poder. ¿Qué significa realmente “ser grandes” en el Reino de Dios?

El episodio presentado por el Evangelio del día 25 de julio muestra a la madre de los hijos de Zebedeo acercándose a Jesús con una petición clara. La mujer desea que sus dos hijos ocupen los lugares de honor en el Reino. Es un deseo comprensible, casi tierno: una madre que sueña lo mejor para sus hijos. Pero este gesto también revela una mentalidad común, aquella que asocia la grandeza con los primeros puestos, con la autoridad, con el honor visible. Como sucede a menudo, sin embargo, la respuesta de Jesús desconcierta y va a contracorriente. Cristo habla del cáliz, y su respuesta no es un reproche, sino un llamado a la conciencia. Ese cáliz es el símbolo del sufrimiento, del don total de uno mismo, de la Cruz. Quien quiera compartir la gloria de Jesús debe primero participar en su Pasión. No se trata de privilegios, sino de responsabilidades.
Evangelio del día, 25 de julio: la desconcertante respuesta de Jesús
Del Evangelio según San Mateo
Mt 20,20-28
En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró para hacerle una petición. Él le dijo: «¿Qué deseas?». Ella respondió: «Manda que estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y el otro a tu izquierda en tu Reino». Jesús respondió: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?». Ellos contestaron: «Podemos». Él les dijo: «Mi cáliz lo beberéis; pero el sentarse a mi derecha y a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes lo tiene preparado mi Padre».
Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos y los grandes las oprimen con su poder. No será así entre vosotros; al contrario, el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Como el Hijo del Hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos».
El evangelista Mateo, en el Evangelio del día 25 de julio, nos presenta las palabras de Cristo que, ante la petición de la mujer, responde: «¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?». Los otros presentes se indignan, como suele ocurrir cuando se percibe una injusticia o un favoritismo. Pero esta reacción también es humana, reveladora de un corazón que aún lucha por comprender la lógica de Jesús.
El mensaje personal
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