El Evangelio del día 26 de julio nos presenta la parábola de la cizaña. Esta nos invita a reflexionar sobre el misterio del bien y del mal que conviven en el mundo y en el corazón del ser humano. Una lección de paciencia y discernimiento.

Jesús cuenta esta parábola, recogida por el evangelista Mateo. El Evangelio del día 26 de julio es muy claro en su explicación porque el Señor nos pone delante de una imagen fuerte y concreta: un campo sembrado con esmero que, sin embargo, es amenazado por el enemigo. La escena es familiar, casi cotidiana, pero su significado es profundamente espiritual. La acción del enemigo ocurre “mientras todos dormían”, en un momento de desatención: es una primera advertencia a la vigilancia. Sin embargo, Jesús no condena el sueño en sí, sino que subraya cómo el mal actúa a menudo de forma insidiosa, oculta y silenciosa.
Evangelio del día, 26 de julio: el bien y el mal
Del Evangelio según San Mateo
Mt 13,24-30
En aquel tiempo, Jesús propuso a la gente otra parábola:
«El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras todos dormían, vino su enemigo, sembró cizaña entre el trigo y se fue.
Cuando brotó la hierba y dio fruto, apareció también la cizaña.
Entonces los siervos del dueño fueron a decirle: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?”.
Él les respondió: “Un enemigo ha hecho esto”.
Los siervos le preguntaron: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?”.
Él les respondió: “No, no sea que, al arrancar la cizaña, arranquéis también el trigo.
Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: recoged primero la cizaña y atadla en manojos para quemarla; pero el trigo almacenadlo en mi granero”».
La confianza y la responsabilidad
La parábola que nos presenta Jesús, conocida en la historia como la “parábola de la cizaña”, no es en absoluto una invitación a mostrarse pasivos. Todo lo contrario. Dios no es indiferente al sufrimiento causado por la cizaña, pero nos pide no actuar con impaciencia ni dureza. El trigo, aunque amenazado, crece. El desafío para cada creyente, por tanto, es cultivar el bien con perseverancia.
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