Evangelio del día, 30 de julio: el tesoro por descubrir

El Evangelio del día 30 de julio nos presenta dos parábolas breves pero llenas de significado. Estas nos invitan a reflexionar sobre el valor profundo del Reino de Dios y sobre nuestra disposición a buscarlo con todo el corazón.
Evangelio 30 de julio
Evangelio 30 de julio – LaluzdeMaria

A presentarnos las dos parábolas del Evangelio del día 30 de julio es el evangelista Mateo. En el capítulo trece de su libro, recoge las palabras de Jesús, quien se dirige a los presentes a través de dos parábolas muy significativas. Su lenguaje, sencillo e imaginativo, accesible incluso a los corazones más sencillos, se revela al mismo tiempo profundamente exigente. En pocas frases, Jesús narra dos breves historias: un hombre encuentra un tesoro escondido en un campo, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, vende todo lo que tiene para comprar ese campo; un comerciante, por su parte, busca perlas preciosas y, al encontrar una de gran valor, hace lo mismo: vende todo para adquirir esa sola perla. Dos imágenes, dos personajes distintos, pero una única revelación.

Evangelio del día, 30 de julio: el don del Reino

Del Evangelio según Mateo
Mt 13,44-46

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder y luego, lleno de alegría, vende todo lo que tiene y compra ese campo.
El Reino de los Cielos también es semejante a un comerciante que busca perlas finas; al encontrar una de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra».

Entonces, en el Evangelio del día 30 de julio, el Reino de Dios se presenta como un don inesperado, un tesoro escondido que cambia radicalmente la vida de quien lo encuentra. El hombre no buscaba un tesoro, pero lo encuentra.

Un don que nace de la búsqueda

Luego, la comparación que propone Jesús es la del Reino de los cielos y el comerciante. A través de esta parábola fundamental entendemos la importancia de la búsqueda. El protagonista, por tanto, es un comerciante, un hombre experto, acostumbrado a buscar, evaluar y elegir. Aquí el Reino no se encuentra por casualidad, sino que se busca con intención. Y esta perla, única y preciosa, es tan deseable que justifica la renuncia a todo lo demás. El comerciante no actúa por impulso, sino con decisión. Jesús nos dice así que el Reino es para quien lo busca con pasión, con inteligencia, con deseo. Es para quien no se conforma, para quien está dispuesto a arriesgar, a dejarlo todo por algo que ha descubierto que tiene un valor incomparable.

Un mensaje para todos

El pasaje del Evangelio de hoy, aunque breve, nos interpela con mucha fuerza. Cada uno de nosotros está llamado a reconocerse en el buscador o en el descubridor. El Reino de Dios, hoy como entonces, se esconde en los pliegues de la vida cotidiana: en una palabra escuchada, en un encuentro, en una crisis que se convierte en un punto de inflexión.

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