Evangelio del día, 3 de agosto: ¿a dónde conduce la vanidad?

Una espléndida reflexión de Cristo se nos presenta en el Evangelio del día 3 de agosto. A través de sus palabras, Jesús advierte contra la codicia y narra la parábola del rico insensato, ofreciendo una profunda reflexión sobre la vanidad de acumular bienes materiales y la urgencia de una vida orientada hacia Dios.

Evangelio del día 3 de agosto
Evangelio del día 3 de agosto – LaluzdeMaria

Las palabras de Jesús, recogidas en el Evangelio del día 3 de agosto, representan una clara advertencia contra la codicia y la vanidad. El texto comienza con una pregunta dirigida a Jesús por parte de un hombre de la multitud. Este le pide al Señor que hable con su hermano sobre la división de la herencia. Es una petición concreta, práctica, relacionada con una disputa familiar muy común en cualquier época. El interlocutor no busca un consejo espiritual, sino una sentencia legal. Espera que Jesús actúe como juez entre él y su hermano. La respuesta del Maestro desconcierta. Jesús no entra en la disputa, porque no ha venido a resolver cuestiones patrimoniales, sino a tocar el corazón del hombre.

Evangelio del día, 3 de agosto: Jesús lanza una advertencia

Del Evangelio según San Lucas
Lc 12,13-21

En aquel tiempo, uno de la multitud dijo a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia». Pero él le respondió: «Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?».
Y les dijo: «Estad atentos y guardaos de toda codicia, porque, aunque alguien posea abundancia, su vida no depende de sus bienes». Les propuso una parábola: «Las tierras de un hombre rico dieron una gran cosecha. Y él se preguntaba: “¿Qué haré? No tengo dónde almacenar mi cosecha. Voy a hacer esto —dijo—: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes, y allí almacenaré todo mi trigo y mis bienes. Y diré a mi alma: Alma mía, tienes muchos bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida”. Pero Dios le dijo: “¡Necio!, esta misma noche te van a reclamar la vida. Y lo que has acumulado, ¿para quién será?”. Así será el que acumula riquezas para sí y no se enriquece ante Dios».

Lo que hace el Señor Jesús es ir al fondo de la cuestión. En este caso, no se trata solo de una disputa por una herencia, sino del deseo insaciable de posesión. Jesús dice, de hecho, que se preste atención y se mantengan alejados de toda codicia. La advertencia es clara. La acumulación de bienes no garantiza la felicidad, y mucho menos la vida.

Jesús llama a la sabiduría

Jesús habla del juicio de Dios. Cristo nos hace entender que no hay ningún tipo de condena por ser rico en sí mismo, sino por la manera en que el rico ha vivido: sin apertura, sin relación, sin sabiduría. Es necesario enriquecerse, más bien, en Dios. Lo que realmente importa es cómo se viven los bienes poseídos. La única riqueza que permanece es la acumulada en Dios: la caridad, la justicia, la fe vivida, el don de uno mismo.

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