Seguir a Cristo hasta el final es el gran desafío del discípulo: renunciar a sí mismo para encontrar la vida verdadera. El Evangelio del día 8 de agosto nos interpela radicalmente sobre nuestra idea de éxito y salvación.

La lectura del texto del evangelista Mateo nos acompaña en un viaje fuera del tiempo. Leemos, en efecto, en el Evangelio del día 8 de agosto, que Jesús habla a sus discípulos de manera directa y conmovedora. Sus palabras están entre las más exigentes y radicales. Pero antes incluso de descubrir lo que pide, podemos notar el tono: no es el de un líder que busca aprobación, sino el de un maestro que anuncia la verdad, incluso cuando esta puede asustar. El Evangelio no es una invitación a la comodidad, sino un llamado a la libertad auténtica.
Evangelio del día, 8 de agosto: renunciar a uno mismo
Tomar la cruz y seguir a Jesús
Tomar la cruz para seguir el camino de Jesús es, además, otro paso crucial. No toda cruz representa una elección. Pero toda cruz puede ser acogida con amor. La cruz no es solo sufrimiento, sino la responsabilidad diaria de vivir con coherencia el Evangelio, incluso cuando cuesta. Llevar la cruz no significa buscar el dolor, sino afrontar la realidad con fe, sabiendo que Cristo ya la ha recorrido antes que nosotros. La cruz se convierte entonces en el signo de una vida vivida por amor.
La vida verdadera, el Reino
Entonces, ¿cuál es la vida verdadera? Jesús nos enseña que esta se representa en el Reino. Cristo no habla solo de sacrificio, sino que también anuncia una promesa: el Hijo del hombre vendrá «en la gloria de su Padre» y juzgará «según sus obras». Hay un sentido último, hay una justicia más grande, y quien hoy elige seguir a Cristo en la dificultad, mañana verá su rostro en la gloria. Y ya ahora, en el corazón de quien vive por amor, el Reino comienza a abrirse camino.
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