Con el Evangelio del día 9 de agosto, se nos invita a reflexionar sobre la espera del Señor y la sabiduría necesaria para no dejarnos sorprender desprevenidos. Una imagen sencilla, pero de extraordinaria profundidad espiritual.

Cristo Jesús, en el Evangelio del día 9 de agosto, nos presenta una parábola que no es una simple narración moral. El evangelista Mateo, en su valioso libro, nos transmite las palabras exactas del Señor. Se trata de una invitación urgente a vigilar, a vivir el tiempo presente como un momento cargado de significado, en el que se decide la calidad de nuestra relación con Dios. El relato comienza con la imagen de diez vírgenes que esperan al esposo, pero no nos dice de inmediato que algunas son necias y otras prudentes. Nos introduce en una escena familiar para el mundo judío: las bodas, símbolo del cumplimiento de la alianza entre Dios y su pueblo. Pero, ¿cómo se prepara uno para este encuentro?
Evangelio del día, 9 de agosto: la respuesta desconcertante
Del Evangelio según San Mateo
Mt 25,1-13
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:
«El Reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco prudentes; las necias tomaron sus lámparas, pero no llevaron consigo aceite; las prudentes, en cambio, llevaron aceite en frascos junto con sus lámparas.
Como el esposo tardaba, se adormecieron todas y se durmieron. A medianoche se oyó un grito: “¡Ya viene el esposo! ¡Salid a su encuentro!”. Entonces todas aquellas vírgenes se despertaron y prepararon sus lámparas. Las necias dijeron a las prudentes: “Dadnos de vuestro aceite, porque nuestras lámparas se apagan”. Pero las prudentes respondieron: “No, no sea que no alcance para nosotras y para vosotras; id más bien a los vendedores y compradlo”. Mientras ellas iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras vírgenes, diciendo: “¡Señor, Señor, ábrenos!”. Pero él respondió: “En verdad os digo: no os conozco”. Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora».
Las lámparas y el signo de la prontitud
Llevar consigo las lámparas sin el aceite para poder mantenerlas encendidas es, sin duda, un signo de poca prontitud. Esto es lo que hacen las cinco vírgenes calificadas de “necias”. Las otras cinco, en cambio, llamadas prudentes, llevan también el aceite, símbolo de la sabiduría y de la prontitud del corazón. La espera se prolonga y todas se duermen. No es el sueño lo que marca la diferencia, sino la disponibilidad interior para estar listas en todo momento. El aceite, que no se puede prestar ni compartir en el último momento, representa aquello que cada uno debe cultivar personalmente: la fe, la oración, la caridad vivida cotidianamente.
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