Evangelio del día, 13 de septiembre: construir sobre la roca

En el Evangelio del día del 13 de septiembre, Jesús habla con imágenes sencillas pero decisivas: los frutos que revelan la calidad del árbol y la casa que resiste porque se apoya sobre cimientos sólidos. Son palabras que nos empujan a interrogarnos sobre lo que guardamos en el corazón y sobre dónde estamos construyendo nuestra vida.

Evangelio del día, 13 de septiembre
Evangelio del día, 13 de septiembre – LaluzdeMaria

El pasaje del Evangelio del día del 13 de septiembre se abre con una llamada directa: “Todo árbol se reconoce por su fruto”. No bastan las apariencias, cuenta lo que nace de lo profundo. Las palabras, los gestos y las elecciones no son fruto del azar, sino que revelan lo que guardamos en el corazón. Si el corazón está habitado por el amor, el perdón y la confianza en Dios, también los frutos serán buenos. Si en cambio está lleno de rencor, egoísmo y cerrazón, inevitablemente emergerá el mal. Jesús nos pide custodiar un “buen tesoro”, porque es del corazón de donde todo toma forma.

Evangelio del día, 13 de septiembre: decir “Señor” no basta

Del Evangelio según san Lucas
Lc 6,43-49

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«No hay árbol bueno que produzca un fruto malo, ni hay, por el contrario, un árbol malo que produzca un fruto bueno. Cada árbol, en efecto, se reconoce por su fruto: no se recogen higos de los espinos, ni se vendimia uva de una zarza.
El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca el bien; el hombre malo, de su mal tesoro saca el mal: su boca, en efecto, expresa lo que rebosa del corazón.
¿Por qué me invocáis: “¡Señor, Señor!”, y no hacéis lo que digo?
Todo el que viene a mí y escucha mis palabras y las pone en práctica, os mostraré a quién se parece: se parece a un hombre que, construyendo una casa, cavó muy hondo y puso los cimientos sobre la roca. Vino la crecida, el río embistió contra aquella casa, pero no logró moverla porque estaba bien construida.
En cambio, el que escucha y no pone en práctica, se parece a un hombre que construyó una casa en tierra, sin cimientos. El río la embistió y enseguida se derrumbó; y la destrucción de aquella casa fue grande».

Jesús va más allá y desenmascara un riesgo siempre actual: invocar su nombre sin vivir según sus palabras. La fe no es un título que exhibir, sino un camino concreto. No basta decir “Señor, Señor”, se necesita la coherencia entre escucha y acción. El cristianismo no es una teoría, sino una práctica cotidiana que se traduce en elecciones, relaciones, gestos de caridad y perdón.

Los cimientos sobre la roca

La parábola de la casa es de las más incisivas: la vida es una construcción, y cada uno decide dónde poner los cimientos. La roca es Cristo mismo, su palabra vivida. Quien funda su existencia en Él no está exento de las tormentas, pero permanece firme porque se apoya sobre bases auténticas. Al contrario, quien vive sin raíces profundas, buscando atajos o confiando en ilusiones frágiles, se expone al derrumbe cuando llegan las dificultades.

Una elección cotidiana

El Evangelio del día del 13 de septiembre nos recuerda que el discipulado no es improvisación, sino construcción paciente. Cada día elegimos si custodiar un corazón que genera frutos buenos y si edificar nuestra vida sobre la roca de Cristo. Es allí donde encontramos estabilidad, libertad y esperanza, incluso cuando el río de las pruebas nos embiste con violencia.

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