Evangelio del día, 23 de septiembre: la verdadera familia

Con el Evangelio del día del 23 de septiembre, Jesús, rodeado por la multitud, redefine el significado mismo de familia. No niega los lazos de sangre, pero abre un nuevo horizonte: el verdadero parentesco nace de la escucha y de la práctica de la Palabra de Dios.

Evangelio del día, 23 de septiembre
Evangelio del día, 23 de septiembre – LaluzdeMaria

La página evangélica se abre con un detalle significativo: la madre y los hermanos de Jesús no logran acercarse a Él a causa de la multitud. Es una imagen fuerte, casi paradójica: quienes están más cerca de Él por vínculo natural permanecen afuera, mientras que quienes lo escuchan encuentran lugar a su alrededor. Es una provocación que nos interpela: ¿cuántas veces también nosotros corremos el riesgo de quedar “fuera”, aun teniendo todas las condiciones para entrar?

Evangelio del día, 23 de septiembre: la familia

Del Evangelio según San Lucas
Lc 8,19-21

En aquel tiempo, fueron a ver a Jesús su madre y sus hermanos, pero no podían acercarse a Él a causa de la multitud.
Le avisaron: «Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y desean verte».
Pero Él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica».

Al recibir la noticia de que su madre y sus hermanos deseaban verlo, Jesús responde con palabras desconcertantes: «Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica». No es un rechazo de su familia, sino una ampliación radical. Jesús muestra que el Reino de Dios no se construye sobre vínculos naturales, sino sobre un lazo más profundo: el que une con el Padre, que abarca a todos los que viven su Palabra.

Escuchar y vivir la Palabra

La clave de este pasaje es la escucha. No basta una atención superficial, no basta oír las palabras de Jesús: es necesario custodiarlas, dejarlas descender al corazón y traducirlas en decisiones concretas. Esta es la diferencia entre quien permanece espectador y quien se convierte en parte de la familia de Dios. María misma es el ejemplo perfecto: más que por haber dado la vida al Hijo, es madre porque creyó, escuchó y vivió la Palabra con fidelidad.

Nuestra vocación a ser familia de Dios

Este Evangelio del día nos invita a redescubrir nuestra identidad. Estamos llamados a no quedarnos en una pertenencia exterior. La fe es una relación íntima y cotidiana con el Señor. El verdadero parentesco con Cristo no es un privilegio de pocos. Es una posibilidad abierta a todos. Pertenece a quien abre el oído y el corazón a la Palabra, y la convierte en vida concreta. Así, cada uno de nosotros se hace parte de una familia sin fronteras, enraizada en el amor del Padre.

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