Con el Evangelio del día del 29 de septiembre nos encontramos ante un encuentro intenso: Jesús revela a Natanael una mirada que va más allá de las apariencias y abre el corazón a una promesa más grande.

El Evangelio del día del 29 de septiembre nos ofrece una lección muy importante. Jesús no se detiene a mirar lo que Natanael muestra por fuera, sino que reconoce en él la verdad del corazón: «He aquí un verdadero israelita en quien no hay falsedad». Es una palabra que sorprende y desarma. El Evangelio del día nos recuerda que el Señor conoce a cada uno de nosotros en profundidad, incluso antes de que nos presentemos a Él. La fe comienza con esta certeza: somos vistos, conocidos y amados.
Evangelio del día, 29 de septiembre: la higuera, lugar de revelación
Del Evangelio según San Juan
Jn 1,47-51
En aquel tiempo, Jesús, al ver que Natanael se le acercaba, dijo de él: «He aquí un verdadero israelita en quien no hay falsedad». Natanael le preguntó: «¿Cómo es que me conoces?». Jesús le respondió: «Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, yo te vi». Natanael le replicó: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Porque te dije que te vi debajo de la higuera crees? ¡Verás cosas más grandes que estas!». Y añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».
El detalle de la higuera no es casual. Era el lugar de la meditación y de la oración, un espacio de intimidad espiritual. Jesús muestra a Natanael que nada de su búsqueda de Dios ha escapado a la mirada divina. También hoy, en nuestras preguntas y en los momentos escondidos, el Señor nos alcanza. Nada es demasiado pequeño para atraer su amor.
Una confesión de fe repentina
El asombro de Natanael se convierte de inmediato en profesión de fe: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel». No es una conclusión lógica, sino una respuesta del corazón que se deja tocar. Su exclamación nos recuerda que el encuentro con Cristo nunca es neutral: o nos abre a un reconocimiento de amor, o corremos el riesgo de permanecer indiferentes.
Ángeles de Dios: el cielo abierto
El corazón del Evangelio de hoy es la promesa de Jesús: «Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre». Es una imagen que evoca el sueño de Jacob en Betel, cuando una escalera unía la tierra y el cielo. Aquí esa escalera ya no es un lugar, sino una persona: Jesús mismo. Él es el punto de encuentro entre Dios y la humanidad, el puente que colma la distancia, la presencia que abre un diálogo continuo entre el cielo y la tierra.
Una esperanza que no defrauda
El Evangelio del día nos invita a vivir con la mirada dirigida al cielo, sin huir de la tierra. Los ángeles de Dios no nos apartan de la vida cotidiana, sino que nos recuerdan que nuestro camino está habitado por una presencia que custodia y acompaña. En la fe aprendemos a reconocer que, detrás de los acontecimientos sencillos, el Señor nos prepara cosas más grandes.
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