Evangelio del día, 6 de octubre: la compasión que salva

Con el Evangelio del día del 6 de octubre estamos ante una de las parábolas más amadas y universales: la del Buen Samaritano. Una página que encierra el corazón del Evangelio: el amor que se hace gesto, cuidado, cercanía.

Evangelio del día, 6 de octubre
Evangelio del día, 6 de octubre – LaluzdeMaria

La palabra clave de hoy es compasión. No un sentimiento vago, sino un movimiento del corazón que se convierte en acción concreta. Jesús responde a la pregunta del doctor de la Ley —“¿Quién es mi prójimo?”— con un relato que cambia toda expectativa. El sacerdote y el levita, representantes de la religión oficial, ven al hombre herido pero pasan de largo. El samaritano, extranjero y despreciado, en cambio se detiene. No se pregunta quién es el otro, si lo merece o no: lo ve, sufre su dolor, se acerca.

Evangelio del día, 6 de octubre: detenerse ante el dolor

Del Evangelio según san Lucas
Lc 10,25-37

En aquel tiempo, un doctor de la Ley se levantó para poner a prueba a Jesús y le preguntó: «Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?». Jesús le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?». Él respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo». Jesús le dijo: «Has respondido bien; haz eso y vivirás». Pero aquel, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?».

Jesús respondió:

«Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos bandidos, que lo despojaron de todo, lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel mismo camino y, al verlo, pasó de largo. También un levita, al llegar a aquel lugar, lo vio y pasó de largo. En cambio, un samaritano que iba de viaje, al pasar junto a él, lo vio y se compadeció. Se acercó, vendó sus heridas, derramando en ellas aceite y vino; luego lo subió a su cabalgadura, lo llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al posadero, diciendo:

“Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré cuando regrese”. ¿Cuál de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los bandidos?». Él respondió: «El que tuvo compasión de él». Jesús le dijo: «Ve, y haz tú lo mismo».

El samaritano es imagen de quien no deja que la indiferencia venza. En un mundo donde todo corre, donde se evita lo que duele o molesta, él se detiene. Derrama aceite y vino sobre las heridas —símbolos de ternura y sanación— y cuida de aquel hombre desconocido. Es una acción que nace del corazón, no del deber. Es la respuesta de quien reconoce en el otro a un hermano.

Las palabras de Cristo Jesús

Jesús concluye con un imperativo que no deja escapatoria: “Ve, y haz tú lo mismo”. No es solo una invitación moral, sino un llamado a vivir según la lógica de Dios, la de la compasión que salva. Cada vez que elegimos detenernos, curar una herida o escuchar, nos convertimos nosotros mismos en signo del Evangelio. Es en ese momento cuando la fe se hace viva y concreta.

El mensaje para hoy

El Evangelio del día nos pregunta: ¿quién es tu prójimo hoy? Tal vez un familiar que sufre en silencio, un amigo olvidado, un anciano solo, un pobre invisible. No hacen falta grandes gestos, sino una mirada que se da cuenta y unas manos que actúan. El Buen Samaritano no cambia el mundo entero, pero salva una vida. Y en esa vida, también salva su propia humanidad.

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