Evangelio del día, 7 de octubre: María y la confianza en Dios

En el Evangelio del día del 7 de octubre celebramos la Anunciación, uno de los momentos más luminosos de la historia de la salvación. María, una joven de Nazaret, acoge con confianza la invitación de Dios y se convierte en la Madre del Salvador.

Evangelio del día, 7 de octubre
Evangelio del día, 7 de octubre – LaluzdeMaria

El ángel Gabriel se hace protagonista del Evangelio del día del 7 de octubre: entra en el silencio de una casa sencilla y lleva un saludo que encierra el corazón del Evangelio. «Alégrate —dice—, llena de gracia, el Señor está contigo». Es el inicio de un diálogo que transforma el mundo. En ese momento, Dios no impone, sino que propone. Espera una respuesta libre, y María responde con fe.
La confianza de María se convierte en la llave que abre el cielo: su “sí” permite a Dios hacerse hombre y habitar entre nosotros.

Evangelio del día, 7 de octubre: la turbación y la fe

Del Evangelio según san Lucas
Lc 1,26-38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre de la casa de David, llamado José. La virgen se llamaba María. Entrando en su presencia, le dijo: «Alégrate, llena de gracia: el Señor está contigo».
A estas palabras, ella se turbó mucho y se preguntaba qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y reinará por siempre sobre la casa de Jacob, y su reino no tendrá fin».

María dijo al ángel:

«¿Cómo será esto, si no conozco varón?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que va a nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también tu parienta Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril, porque nada es imposible para Dios».
María dijo entonces: «He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel se alejó de ella.

María no es una figura lejana o inalcanzable: el Evangelio nos la muestra turbada, llena de preguntas. Es la reacción de quien toma en serio la palabra de Dios. No lo comprende todo, pero se confía. Su «¿cómo será esto?» no es duda, sino deseo de entender cómo cooperar con el designio divino.
En sus palabras hay una fe auténtica: no una certeza racional, sino una confianza amorosa en un Dios que todo lo puede. Nada es imposible para Dios —es el corazón de este anuncio, la promesa que aún hoy se renueva en toda vida abierta al misterio.

El sí que genera esperanza

«He aquí la sierva del Señor»: con esta respuesta, María entrega de sí misma y su futuro en las manos de Dios. No pide garantías, no calcula riesgos. Su sí se convierte en la primera nota del canto nuevo de la salvación.
Desde ese momento, cada “sí” dicho a Dios en nuestra vida participa de la misma luz. También nosotros, como María, podemos acoger la Palabra y dejarla germinar en los gestos cotidianos, en los momentos ocultos, en los días difíciles.

Una invitación para nosotros

El Evangelio de la Anunciación nos enseña que la fe no elimina el miedo, sino que lo transforma. Cuando confiamos en Dios, incluso lo que parece imposible se vuelve posible. María nos muestra el camino de la disponibilidad, de la docilidad y del amor que confía.
En su sí está encerrada la esperanza del mundo: una joven que cree y acoge, porque sabe que Dios cumple sus promesas.

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