
Jesús utiliza una imagen concreta y sorprendente: la del ladrón que llega de noche. Lo del Evangelio del día del 22 de octubre no es una invitación a vivir con miedo, sino a cultivar una vigilancia interior, aquella que nace del amor. El discípulo fiel no deja que le “roben la casa” porque vive con el corazón despierto, con la mirada puesta en lo que realmente importa. Vigilar, en el lenguaje del Evangelio, significa custodiar la relación con Dios, incluso cuando la vida parece transcurrir en la rutina.
Evangelio del día, 22 de octubre: la fidelidad que construye
Del Evangelio según San Lucas
Lc 12,39-48
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Entiendan esto: si el dueño de casa supiera a qué hora viene el ladrón, no dejaría que le forzaran la casa. También ustedes estén preparados, porque a la hora que no imaginan viene el Hijo del hombre». Entonces Pedro dijo: «Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o también para todos?». El Señor respondió: «¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente, a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para dar la ración de alimento a su debido tiempo? Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre actuando así. En verdad les digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero si aquel siervo dijera en su corazón:
“Mi señor tarda en venir”, y empezara a golpear a los siervos y siervas, a comer, beber y emborracharse, el señor de ese siervo llegará un día que no espera y a una hora que no sabe; lo castigará severamente y le impondrá la suerte que merecen los infieles.
El siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no haya preparado o actuado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, haya hecho cosas que merecen castigo, recibirá pocos. A quien mucho se le dio, mucho se le pedirá; y al que mucho se le confió, más se le exigirá».
Jesús habla luego del administrador fiel y prudente, imagen de quien sabe servir sin buscar su propio interés. Es el elogio de la fidelidad en las cosas pequeñas: dar “la ración de alimento a su debido tiempo” significa ser atento, generoso, responsable. El Señor no pide gestos extraordinarios, sino un amor constante y concreto. La fidelidad cotidiana se convierte así en el terreno donde Dios construye su promesa.
La responsabilidad del don
«A quien mucho se le dio, mucho se le pedirá». Esta frase encierra el corazón del mensaje de hoy. Cada don que recibimos —tiempo, inteligencia, fe, afectos— es también una responsabilidad. El discípulo no puede vivir en la indiferencia o la costumbre: el Señor confía en nosotros, nos confía personas, ocasiones, misiones. La verdadera vigilancia consiste en no desperdiciar nada de lo que se nos ha dado.
Estar listos por amor
No se trata, pues, de esperar un “retorno” con ansiedad, sino de vivir como quien sabe que el Amado puede llamar en cualquier momento. La vigilancia cristiana es una forma de amor: un corazón que ama permanece despierto, incluso en la noche. Quien es fiel en lo poco, quien sirve con discreción y esperanza, no tiene nada que temer: su corazón ya está preparado para el encuentro con Dios.
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