Evangelio del día, 31 de octubre: la compasión que libera

En el Evangelio del día del 31 de octubre, Jesús nos enseña que la ley más grande es la del amor. Ante el dolor humano, toda regla debe doblegarse ante la compasión. Esta es la verdadera santidad: no la obediencia ciega, sino el corazón que se deja mover por la misericordia.

Evangelio del día, 31 de octubre
Evangelio del día, 31 de octubre – LaluzdeMaria

Con la lectura del Evangelio del día del 31 de octubre nos encontramos en casa de uno de los jefes de los fariseos, en un sábado dedicado al descanso y al culto. Todos observan a Jesús con sospecha, listos para sorprenderlo en una falta. Frente a Él hay un hombre enfermo de hidropesía, hinchado de agua y de sufrimiento. En ese instante, Jesús no ve un caso teológico, sino a un hermano herido. No discute, no duda: lo toma de la mano y lo sana. Su gesto es simple y revolucionario. Es el amor que se hace acto concreto, que no conoce tiempos ni límites impuestos.

Evangelio del día, 31 de octubre: el silencio de quien juzga

Del Evangelio según San Lucas
Lc 14,1-6

Un sábado Jesús fue a comer a casa de uno de los jefes de los fariseos, y ellos lo estaban observando. Y he aquí que delante de Él había un hombre enfermo de hidropesía.
Dirigiéndose a los doctores de la Ley y a los fariseos, Jesús les dijo: «¿Es lícito o no curar en sábado?». Pero ellos callaron. Entonces Él lo tomó de la mano, lo sanó y lo despidió.
Después les dijo: «¿Quién de ustedes, si un hijo o un buey cae en un pozo, no lo sacará enseguida, aun en día de sábado?». Y no podían responder nada a estas palabras.

Jesús interpela a los fariseos: «¿Es lícito o no curar en sábado?». Pero ellos callan. Ese silencio es el signo de un corazón prisionero de las reglas, incapaz de dejarse tocar por la misericordia. Es un silencio que pesa, porque no nace del respeto, sino del miedo. Jesús, en cambio, rompe la inmovilidad, demostrando que la ley de Dios no aprisiona, sino que libera. El sábado, signo de la alianza, encuentra su cumplimiento precisamente en la curación, porque Dios nunca descansa de su amor.

Un Dios que no deja de socorrer

Jesús añade una pregunta que desconcierta: «¿Quién de ustedes, si un hijo o un buey cae en un pozo, no lo sacará enseguida, aun en sábado?». La respuesta es obvia, pero los fariseos permanecen mudos. Porque comprender la compasión significa cambiar la mirada. Dios no es un juez que observa desde lo alto, sino un Padre que desciende al pozo con nosotros, que nos levanta cuando nos hundimos. La verdadera religión no está hecha de prohibiciones, sino de manos tendidas.

Una fe que toca el dolor

El Evangelio de hoy nos invita a revisar nuestra idea de fe: no es una serie de ritos, sino una relación viva que toca las heridas del mundo. Jesús nos muestra que la compasión no conoce horarios ni calendarios: siempre es “sábado” para quien ama de verdad. Cada vez que elegimos ayudar, sanar o escuchar, realizamos el mismo milagro.

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