En el Evangelio del día del 27 de noviembre, la liberación cercana emerge entre imágenes fuertes, signos y llamados a la esperanza. Esta liberación es una promesa que atraviesa el tiempo y habla al corazón herido del hombre.

El Evangelio del día del 27 de noviembre se abre con tonos duros, imágenes de asedio, miedo y desconcierto. Nada deja presagiar de inmediato la buena noticia que Jesús quiere entregar. Y, sin embargo, precisamente en este escenario dramático, la palabra clave liberación cercana comienza a brillar como un punto lejano en el horizonte. No estamos ante un anuncio de terror, sino ante una invitación discreta a mirar más allá de lo que hace temblar.
Evangelio del día, 27 de noviembre: cuando la historia parece derrumbarse
Del Evangelio según San Lucas
Lc 21,20-28
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«Cuando veáis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su devastación está cerca. Entonces los que estén en Judea huyan a los montes, los que estén en la ciudad aléjense de ella, y los que estén en el campo no vuelvan a la ciudad; porque esos serán días de venganza, para que se cumpla todo lo que está escrito. En aquellos días, ¡ay de las mujeres embarazadas y de las que estén criando!, porque habrá una gran calamidad en el país y cólera contra este pueblo. Caerán al filo de la espada y serán llevados cautivos a todas las naciones; Jerusalén será pisoteada por los paganos hasta que se cumplan los tiempos de los paganos.
Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de los pueblos, desconcertados por el estruendo del mar y de las olas, mientras los hombres desfallecerán de miedo y de la espera de lo que deberá suceder en la tierra. Las potencias de los cielos serán sacudidas. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con gran poder y gloria. Cuando comiencen a suceder estas cosas, levantaos y alzad la cabeza, porque vuestra liberación está cerca».
Jesús describe un hecho concreto: Jerusalén rodeada, la huida, la devastación, las lágrimas de quienes no podrán proteger a los más frágiles. Palabras que, para los oyentes de entonces, eran la fotografía de un dolor real.
Pero este no es un discurso de condena. Es la lectura lúcida de un corazón que conoce la fragilidad humana y la violencia que puede atravesar la historia. Jesús no se queda lejos: se hace compañero incluso en los momentos que parecen sin salida.
Los signos en el cielo: cuando el mundo interior tiembla
Las imágenes cósmicas —el sol, la luna, las estrellas, el mar en tempestad— no quieren asustarnos, sino describir lo que sucede dentro de nosotros cuando la vida se sacude: ansiedad, miedo, espera.
Todo parece vacilar. Las “potencias de los cielos” son nuestros puntos firmes que se resquebrajan: certezas, seguridades, proyectos.
El Evangelio no niega estos terremotos interiores. Los reconoce. Nos dice: sí, suceden. Sí, dan miedo. Pero no son la última palabra.
El Hijo del hombre que viene: no un juez, sino una presencia
«Verán al Hijo del hombre venir en una nube con gran poder y gloria.»
Esto no es la amenaza de un castigo. Es la revelación de un rostro que viene a levantar, no a aplastar.
Jesús se presenta como Aquel que viene hacia nosotros, no contra nosotros. La nube en la Biblia no es oscuridad, sino presencia viva de Dios: es la misma nube que guiaba a Israel, que llenaba el templo, que revelaba la cercanía.
Levantar la cabeza: el gesto de la confianza
Aquí explota el corazón del Evangelio:
«Levantaos y alzad la cabeza, porque vuestra liberación está cerca.» Es el único mandato de todo el pasaje, y es un mandato de esperanza. No se nos pide ser fuertes, perfectos, sin miedo. Se nos pide un gesto: alzar la cabeza, como quien finalmente ve llegar a alguien que ama.
La liberación cercana no es un evento lejano ni un premio futuro: ya está en camino hacia nosotros, en los pequeños signos de luz que atraviesan los días difíciles.
Una promesa que toca la vida de hoy
Todos atravesamos momentos similares: asedios interiores, ansiedades que sacuden, cielos que parecen sin estrellas. Este Evangelio nos recuerda que no todo queda así. Que alguien viene. Que la historia no está abandonada. Y que cada vez que levantamos la cabeza, aunque sea por un instante, dejamos entrar la promesa que cambia el corazón.
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