León XIV: dejar ir para vivir de verdad

En el pensamiento del Papa León XIV, la oración no es un gesto intimista ni un refugio para almas cansadas. Es, más bien, un acto de lucidez espiritual.

León XIV
León XIV (Ansa photo)

Lo que nos enseña el pensamiento del Papa León XIV es que orar significa pedir luz, pedir ver las cosas como las ve Dios. Solo en la oración, de hecho, el ser humano aprende a distinguir lo que verdaderamente conviene “en vista del Reino de los cielos” de aquello que, aun pareciendo útil o deseable, pesa sobre el corazón. La oración educa la mirada: relativiza las urgencias, desenmascara las falsas necesidades, devuelve a las cosas su justo peso. Sin este espacio de silencio y de escucha, la vida corre el riesgo de convertirse en una carrera sin dirección.

León XIV: orar no para huir, sino para comprender

Uno de los pasajes más incisivos del pensamiento atribuido al Papa León XIV es la invitación a “dejar ir lo superfluo”. No se trata solo de bienes materiales, sino de todo aquello que ocupa el corazón sin nutrirlo: ambiciones vacías, reconocimientos buscados a cualquier precio, miedo al juicio ajeno, acumulación de experiencias que no se convierten en vida. Lo superfluo no es siempre lo que parece inútil; a menudo es aquello que se vuelve absoluto. Cuando algo ocupa el lugar de Dios, aun siendo bueno en sí mismo, termina por encadenar el alma a las cosas efímeras, destinadas a pasar.

Vivir de manera auténtica

Dejar ir no empobrece: libera. Aquí es donde emerge el vínculo entre oración y autenticidad. Una vida auténtica no es la perfecta o exenta de dificultades, sino la unificada, en la que pensamientos, decisiones y deseos caminan en la misma dirección. Orar ayuda a vivir sin máscaras, a no confundir el valor con el éxito, la felicidad con la posesión. La autenticidad nace cuando el ser humano deja de medirse solo con parámetros terrenales y acepta ser peregrino.

La tierra como preparación para la eternidad

El pensamiento del Papa León XIV recuerda una verdad a menudo olvidada: el paso por la tierra no es un fin en sí mismo. Cada día, cada elección, cada renuncia prepara la eternidad. No en un sentido moralista, sino relacional: lo que construye comunión, amor y verdad permanece; lo que nace del egoísmo se disuelve. Esta conciencia no quita valor al presente, lo intensifica. Saber que la vida es un camino hacia lo eterno hace que cada gesto esté cargado de significado.

Un secreto sencillo, pero exigente

Orar, discernir, dejar ir. Es un secreto sencillo, pero profundamente exigente. Requiere valentía, confianza y perseverancia. Pero es precisamente este camino interior el que hace al ser humano libre, capaz de vivir el tiempo sin ser prisionero de él.

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