Evangelio del día, 10 de agosto: la gran promesa

Con la lectura del Evangelio del día 10 de agosto, Jesús nos invita a velar, a vivir con conciencia, a custodiar lo que realmente importa. Palabras fuertes, imágenes poderosas, una promesa que consuela y una responsabilidad que interpela.

Evangelio del día 10 de agosto
Evangelio del día 10 de agosto – LaluzdeMaria

El tono que utiliza Jesús en el Evangelio del día 10 de agosto es sereno, paternal y reconfortante. Cristo, cuyas palabras recoge el evangelista Lucas, se dirige a una comunidad frágil, a discípulos que viven en la precariedad, y sin embargo son destinatarios de un don inmenso: el Reino. Es una apertura dulce y solemne, que invita a una reflexión más profunda. Quien escucha se siente implicado, interpelado, incluso acariciado por esa frase: “al Padre de ustedes le ha parecido bien darles el Reino”. El Evangelio nunca comienza con una orden, sino con una promesa. ¿Qué es lo que realmente importa?
La respuesta a esta pregunta es la verdadera enseñanza que nos ofrece Jesús con el Evangelio de hoy. El Señor invita a los discípulos a vender lo que poseen y a dar limosna. Es una llamada fuerte, que va directo al corazón de la vida cristiana: la libertad del apego a los bienes.

Evangelio del día, 10 de agosto: la vigilancia del corazón

Del Evangelio según San Lucas
Lc 12,32-48

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros el Reino.
Vended lo que tenéis y dad limosna. Haceos bolsas que no se desgasten, un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. Estad preparados, con la túnica ceñida y las lámparas encendidas; sed como los que esperan a su señor cuando regresa de las bodas, para que, en cuanto llegue y llame, le abran inmediatamente. Dichosos aquellos siervos a quienes el señor, al llegar, los encuentre despiertos. En verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos.
Y si llega a medianoche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos. Comprended bien esto: si el dueño de casa supiera a qué hora va a venir el ladrón, no dejaría que le asaltaran la casa. También vosotros estad preparados, porque a la hora que menos penséis, vendrá el Hijo del hombre». Entonces Pedro dijo: «Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?».

El Señor respondió:

«¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente, a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para repartir a su tiempo la ración de alimento?
Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, lo encuentre actuando así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si aquel siervo piensa: “Mi señor tarda en venir”, y empieza a golpear a los criados y criadas, a comer, a beber y a emborracharse, el señor de ese siervo llegará el día que no espera y a la hora que no sabe, y lo castigará con rigor, dándole la suerte que merecen los infieles. A todo el que se le dio mucho, se le exigirá mucho; y al que se le confió mucho, se le pedirá más.

Los destinatarios de la parábola

A menudo sucede en los Evangelios que personajes como Pedro dan voz a una curiosidad que nos representa a todos. ¿A quién está destinada esta parábola? ¿Para quién es? Una vez más, la respuesta de Jesús a esta curiosidad nos ofrece la oportunidad de reflexionar sobre el sentido de nuestro camino. No se trata, en efecto, de saber quién está incluido o excluido, sino de comprender cómo vivimos la responsabilidadrecibida. El administrador fiel es aquel que no se aprovecha del tiempo ni del cargo, sino que sirve con discreción y constancia. El Evangelio no es un mensaje para unos pocos, sino una responsabilidad para cada uno, según lo que ha recibido.

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