Santo y estudiante: el sorprendente vínculo que cuenta Frassati

La canonización de Pier Giorgio Frassati, celebrada en la plaza de San Pedro por el papa León XIV, saca a la luz las raíces vicencianas del joven turinés. Un documento inédito testimonia que su camino de caridad comenzó ya en 1918, mucho antes de lo que se pensaba.

Pier Giorgio Frassati
Pier Giorgio Frassati – LaluzdeMaria

Como informa Avvenire, la proclamación como santo de Pier Giorgio Frassati, ocurrida el domingo 7 de septiembre en la plaza de San Pedro, suscitó una profunda emoción en la Sociedad de San Vicente de Paúl. La asociación lo reconoce de hecho como hijo espiritual y compañero de misión. Durante la homilía, el Papa León XIV recordó su compromiso en todos los ámbitos: desde los estudios universitarios a la Acción Católica, desde la FUCI a la Tercera Orden dominicana, hasta el servicio en las “Conferencias de San Vicente”. Conocido en Turín por su incansable disponibilidad para ayudar a los pobres, Pier Giorgio no vivió la fe como un hecho privado. Al contrario, la tradujo en acción social y política, poniendo su energía al servicio de los últimos.

Pier Giorgio Frassati: un descubrimiento que anticipa el camino

Un reciente hallazgo de archivo arroja nueva luz sobre la biografía de Pier Giorgio Frassati. De los registros históricos del Consejo Central de Turín de la Sociedad de San Vicente de Paúl se descubre que el joven ya estaba inscrito en 1918. No en 1922, como siempre se había creído. Este detalle no es solo cronológico. Muestra que su primer paso en una asociación eclesial fue en la Sociedad de San Vicente. Alessandro Ginotta, del Comité de canonización, lo subraya: esta retrodatación revela que la santidad de Frassati nació de un servicio concreto, sencillo y silencioso. Era hacerse prójimo de los pobres en las periferias de Turín.

Frassati y el corazón del carisma vicenciano

En las Conferencias de San Vicente, Frassati encontró un modelo de servicio esencial: la visita a las familias necesitadas. No solo ayudas materiales, sino sobre todo escucha, amistad, cercanía. Él mismo lo explicaba: un compromiso ligero para los estudiantes, que requería pocas horas a la semana pero capaz de llevar un bien inmenso tanto a los pobres visitados como a los voluntarios. Para Pier Giorgio estas visitas nunca fueron un deber accesorio, sino el centro de su vida de fe. La caridad, vivida de este modo, se convirtió para él en el camino principal para unir Evangelio y cotidianidad.

Una fidelidad que no disminuyó

Ni siquiera los sacrificios universitarios lo alejaron del compromiso vicenciano. En una carta de 1925 confiaba a su amigo Eliseo Bonini que habría sacrificado todo, excepto la Conferencia de San Vicente. Golpeado por la poliomielitis fulminante que lo llevó a la muerte con tan solo 24 años, Pier Giorgio pensó todavía en los indigentes que seguía. Desde la cama del hospital, con una escritura ya incierta, confió a un compañero las gestiones y cuidados que debía garantizar a esas familias: una última señal de su total entrega.

“El santo con las botas”

Juan Pablo II lo definió “el hombre de las ocho bienaventuranzas”. Para todos ha quedado como “el santo con las botas”. Fue un joven alpinista, apasionado de la vida y testigo de una fe hecha gestos concretos.
En la canonización, junto a Carlo Acutis, estuvo presente la Federación Nacional Italiana de la Sociedad de San Vicente de Paúl con un representante en el servicio litúrgico. Es una señal de que el vínculo entre Frassati y los vicencianos no pertenece solo al pasado. Hoy sigue vivo en el carisma de quienes sirven a los pobres con el mismo entusiasmo y la misma alegría.

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