El Papa León XIV nos recuerda que, como María y los discípulos de Emaús, estamos llamados a llevar la fe y el amor de Dios a quienes están en búsqueda o se sienten perdidos. Este compromiso está en el corazón de la vida cristiana y de la misión de la Iglesia.

El Papa León XIV nos ofrece una enseñanza muy interesante y profunda sobre nuestro camino de fe. El Papa nos recuerda que María, madre de Jesús, es el primer modelo de acogida y de fe. Con su generoso “sí”, acogió el proyecto de Dios en su vida. Su presencia constante y su amor materno encarnan lo que significa amar a Dios y al prójimo con gestos concretos. María nos enseña que la fe se vive en la escucha y en el servicio, especialmente hacia quienes más lo necesitan. El ejemplo de los discípulos de Emaús, en este sentido, es muy importante y significativo. Ellos representan el camino espiritual de muchos creyentes. Tras la muerte de Jesús, se sienten perdidos y desilusionados, pero encuentran al Maestro resucitado en el camino.
Papa León XIV y los discípulos de Emaús
La invitación del Papa es a reflejarnos en los discípulos de Emaús, dos hombres decepcionados y desanimados, que caminan lejos de Jerusalén y de sus sueños rotos. Es en ese momento de desorientación cuando Jesús se les acerca, camina con ellos, los escucha, y poco a poco enciende nuevamente en sus corazones el fuego de la fe. Este episodio no es solo una hermosa página del Evangelio: es una imagen poderosa de lo que cada uno de nosotros puede hacer por quien ha perdido la esperanza.
Así como Cristo hizo con aquellos discípulos, también nosotros podemos ser una presencia que acompaña, escucha y reaviva. No es necesario tener respuestas preparadas, sino simplemente la disponibilidad para caminar junto a quien está en búsqueda. Es allí donde, muchas veces de manera inesperada, la fe renace. Y se convierte, como para los discípulos de Emaús, en un impulso para regresar y compartir con los demás la alegría recuperada.
La invitación a la apertura
Se trata de una verdadera invitación a la apertura. Lo que se nos llama a hacer es abrirnos hacia los demás. León XIV recuerda al mundo que la Iglesia no puede permanecer cerrada en sí misma. Debe salir al encuentro de quienes son frágiles, dudosos o están lejos de Dios. La invitación es a encarnar la misericordia y la presencia de Dios con gestos concretos de escucha, acogida y acompañamiento. Solo así la fe se convierte en una experiencia viva y transformadora.
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