Evangelio del día, 14 de octubre: la pureza del corazón

A través de la lectura del Evangelio del día del 14 de octubre, recibimos una invitación muy importante por parte de Cristo. Jesús nos invita, de hecho, a redescubrir la pureza del corazón, aquella que nace desde dentro, no de las apariencias. Es un mensaje muy actual, que desenmascara toda hipocresía y nos llama a una fe auténtica y concreta.

Evangelio del día, 14 de octubre
Evangelio del día, 14 de octubre – LaluzdeMaria

Lucas, en el Evangelio del día del 14 de octubre, nos cuenta un episodio sencillo, casi doméstico: Jesús es invitado a comer por un fariseo. El gesto, aparentemente amistoso, se convierte en una ocasión de enseñanza. El anfitrión se escandaliza porque Jesús no realiza las abluciones rituales antes de comer. Pero el Maestro, con palabras directas y sin concesiones, revela la esencia de la verdadera pureza.
No es el exterior del vaso lo que importa, sino lo que contiene. Así sucede también con el hombre: Dios no mira las manos lavadas, sino el corazón. Las apariencias pueden engañar, pero el corazón revela la verdad.

Evangelio del día, 14 de octubre: más allá de la apariencia religiosa

Del Evangelio según San Lucas
Lc 11,37-41

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, un fariseo lo invitó a comer. Él fue y se sentó a la mesa. El fariseo vio y se sorprendió de que no se hubiera lavado antes de comer.
Entonces el Señor le dijo: «Ustedes, fariseos, limpian el exterior del vaso y del plato, pero por dentro están llenos de avaricia y maldad. ¡Necios! ¿Acaso el que hizo el exterior no hizo también el interior? Den más bien en limosna lo que hay dentro, y todo para ustedes será puro».

Jesús no condena los ritos en sí, sino su reducción a una formalidad vacía. Los fariseos, atentos a cada detalle exterior, olvidan lo esencial: el amor. Limpiar el vaso por fuera pero dejarlo sucio por dentro es el símbolo de una fe que se queda en la superficie.
La pureza del corazón, en cambio, nace del deseo de bien, de reconocer los propios límites, de saber donar. “Den más bien en limosna lo que hay dentro” significa: ábranse, dejen que el amor purifique lo que son, no solo lo que muestran.

La fe que transforma

Jesús nos enseña que la verdadera purificación se realiza a través de la misericordia. Cuando compartimos lo que tenemos —tiempo, afecto, perdón— el corazón se purifica, y también lo que nos rodea se vuelve luminoso.
Ser cristiano no es una cuestión de reglas exteriores, sino de una relación viva con Dios. La pureza del corazón no se conquista, se acoge: es el don que florece cuando dejamos que la gracia transforme nuestro interior.

Para nosotros, hoy

Este Evangelio nos interpela profundamente: ¿cuántas veces cuidamos más la imagen que el corazón? ¿Cuántas veces nos preocupamos por “parecer justos” en lugar de “ser verdaderos”?
Jesús nos invita a una nueva mirada, a una fe que no juzga, sino que se deja tocar por la luz de Dios. Solo así nuestra vida, por dentro y por fuera, se vuelve transparente y pura.

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