Evangelio del día, 14 de noviembre: el Hijo del hombre

El día del Hijo del hombre es un llamado que atraviesa los siglos, una invitación a la vigilancia y a la verdad; el Evangelio del día del 14 de noviembre nos lo enseña. Las palabras de Jesús nos conducen al centro de nuestra vida espiritual: lo que realmente cuenta no es lo que retenemos, sino lo que ofrecemos.

Evangelio del día, 14 de noviembre
Evangelio del día, 14 de noviembre – LaluzdeMaria

El Evangelio del día del 14 de noviembre nos presenta un texto fuerte, esencial, que habla del día del Hijo del hombre. Jesús no quiere asustarnos, sino ayudarnos a comprender algo decisivo: la vida no se juega en las apariencias, sino en las decisiones que tomamos en lo secreto del corazón. Como Noé y como Lot, también nosotros estamos llamados a reconocer el momento en que Dios pasa por nuestra historia, un instante que no debe posponerse ni esconderse detrás de las distracciones cotidianas.

Evangelio del día, 14 de noviembre: la ilusión de la normalidad

Del Evangelio según San Lucas
Lc 17,26-37

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«Como sucedió en los días de Noé, así será en los días del Hijo del hombre: comían, bebían, tomaban mujer, tomaban marido, hasta el día en que Noé entró en el arca y llegó el diluvio y los hizo morir a todos.
Como sucedió también en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, construían; pero, el día en que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y los hizo morir a todos. Así sucederá el día en que se manifieste el Hijo del hombre. Aquel día, quien esté en la terraza y deje sus cosas en la casa, no baje a recogerlas; y quien esté en el campo, no vuelva atrás. Acordaos de la mujer de Lot. Quien intente salvar su vida, la perderá; pero quien la pierda, la mantendrá viva. Os digo: aquella noche, dos estarán en un mismo lecho: uno será llevado y el otro dejado; dos mujeres estarán moliendo juntas: una será llevada y la otra dejada». Entonces le preguntaron: «¿Dónde, Señor?». Y Él les dijo: «Donde esté el cadáver, allí se reunirán también los buitres».

Jesús utiliza dos imágenes conocidas: la generación de Noé y la de Lot. No había nada extraordinario en sus días. Comían, bebían, se casaban, compraban y vendían. Aparentemente todo transcurría en total normalidad.
Pero precisamente en esa normalidad, Dios ya había trazado un camino de salvación.
El problema no es la vida cotidiana, sino la incapacidad de leerla con una mirada espiritual. Las personas de los días de Noé y de Lot no eran malas: simplemente estaban distraídas, incapaces de captar lo esencial. Vivían solo de lo que se ve, sin abrir la mirada a lo que viene de lo alto.

No volver atrás: el riesgo de la nostalgia

«Acordaos de la mujer de Lot». Una frase durísima, pero profundamente verdadera.
Volver atrás significa no creer realmente en la promesa de Dios, permanecer ligados a lo que nos retiene, a lo que nos aprisiona. Es la nostalgia de los viejos hábitos, incluso de aquellos que nos hacen daño.
En el día del Hijo del hombre, es decir, en el momento en que la verdad del corazón emerge, no se puede permanecer anclados al pasado. Quien busca retener lo que pierde valor, pierde la vida. Quien se entrega, quien deja ir, quien se confía a Dios, encuentra la vida verdadera.

La elección escondida

Las palabras de Jesús parecen severas, pero revelan un misterio profundo: dos personas pueden vivir las mismas situaciones, compartir los mismos lugares, pero tener dos corazones totalmente distintos.
La selección no es exterior, es interior.
No cuenta lo que hacemos, sino lo que somos. No es la posición social, sino la dirección del corazón.
Dios no divide: revela. Y cuando llega la luz, se ve lo que cada uno guarda dentro.

El llamado a la verdad

La frase final es enigmática: «Donde esté el cadáver, allí se reunirán los buitres».
Significa que nada puede permanecer oculto. Donde hay muerte interior, se ve. Donde hay vida, florece.
El día del Hijo del hombre no es una amenaza, sino una revelación: muestra lo que realmente llevamos en el corazón.

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