El cielo tiene un orden: así es como están organizados los Ángeles

En la tradición católica, existe una jerarquía angélica bien definida, dividida en “coros”, cada uno con una misión muy específica. Los ángeles tienen características concretas y desempeñan un papel claramente determinado dentro de esta jerarquía, haciendo que el cielo funcione como un organismo espiritual perfecto.

los Angelos
los Angelos – Laluzdemara.com

Hay quienes imaginan a los ángeles como seres caracterizados principalmente por la luz, y quienes suelen representarlos con grandes alas blancas y rostros serenos. En la tradición católica, estos seres fundamentales no son exclusivamente figuras simbólicas, sino que forman parte de una jerarquía bien definida, proporcionando al inmenso cielo una función de organismo espiritual, guía para cada cristiano. Esta jerarquía precisa, de la cual los ángeles forman parte, está estructurada en nueve coros celestiales. Se trata de un universo completamente invisible pero perfectamente organizado: cada entidad, dentro de este orden, tiene una misión bien definida. Los grandes teólogos de la historia, entre ellos Santo Tomás de Aquino, nos han ayudado a clasificar las huestes angélicas, ofreciéndonos una visión más clara de cuáles son sus roles dentro de esta organización.
Según la teología cristiana, y en particular la elaborada por el mencionado Santo, los ángeles se dividen en tres jerarquías. Cada una de ellas, a su vez, se subdivide en tres órdenes.

Las jerarquías de los ángeles en la teología

En esta jerarquía articulada, el lugar más alto lo ocupan los Serafines. Estos son considerados los seres más cercanos a Dios. Su nombre indica resplandor, hasta el punto de significar “ardientes”. Según la tradición teológica, estos no se comunican con los hombres. Su función es alabar a Dios incesantemente. Nos habla de estas extraordinarias figuras el profeta Isaías, en el Antiguo Testamento. Leemos de sus palabras que los Serafines “clamaban el uno al otro: Santo, santo, santo es el Señor de los ejércitos” (fuente: Isaías 6, Antiguo Testamento).

Los custodios del conocimiento

Junto a los Serafines se encuentran los Querubines. La iconografía clásica nos ha enseñado a imaginar a estos ángeles como figuras sonrientes. Según la tradición, ellos son los custodios de la Sabiduría Divina y, como nos enseña la Biblia, están a resguardo del Edén y del Trono de Dios. Luego están los Tronos. Estos encarnan la justicia de Dios. A menudo se describen como ruedas de fuego. Este símbolo encierra un significado muy importante: la perfección.

La segunda jerarquía angélica

La segunda jerarquía angélica incluye: Dominaciones, Virtudes y Potestades. Las Dominaciones tienen un papel bien preciso dentro de la jerarquía: regular las actividades de los coros “inferiores”, por así decirlo. Se aseguran de que la armonía divina sea respetada en todo momento. Las Virtudes, por su parte, son responsables de los milagros y prodigios que ocurren en el mundo físico. Finalmente, las Potestades son las que luchan contra las fuerzas del mal. También su función está claramente definida. A ellas debemos la menor influencia de los demonios, ya que están llamadas a limitarla.

Principados, Arcángeles y Ángeles

En la tercera jerarquía se encuentran los Principados, los Arcángeles y, por último, los Ángeles. Estos son seres que están presentes entre nosotros. ¿Qué significa esto? Los primeros están llamados a vigilar y velar por los pueblos, las naciones y las instituciones. Guían y protegen lo que sucede en el mundo físico. Los Arcángeles, en el imaginario colectivo, son quizás los más conocidos. Son ellos los mensajeros de las grandes revelaciones de la historia. Recordamos a los más célebres: Rafael, Gabriel y Miguel. Por último, están los Ángeles, el coro más cercano a los hombres. Ellos representan la presencia silenciosa que nos acompaña en cada momento de nuestra vida. El universo angélico se caracteriza como un lenguaje invisible y espiritual, que ha atravesado los siglos influenciando incluso a los más célebres hombres del arte y la literatura: pensemos, por ejemplo, en personajes como Dante, Rafael y los textos de los místicos medievales.

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