Las palabras que presenta Jesús, con el Evangelio del día del 26 de agosto, son muy fuertes. Son palabras con las cuales Cristo no tolera la hipocresía y llama a lo que realmente cuenta: la pureza del corazón. No basta con parecer religiosos por fuera, si dentro el corazón está lleno de avidez e injusticia.

Jesús se dirige a los escribas y a los fariseos con palabras duras e incisivas. El Evangelio del día del 26 de agosto nos ayuda a entender cómo los escribas observan minuciosamente los detalles de la Ley, por ejemplo, el pagar el diezmo incluso sobre pequeñas especias, pero olvidan las realidades esenciales: justicia, misericordia y fidelidad. Es una denuncia que va más allá de su tiempo: también hoy podemos caer en la tentación de sustituir la autenticidad de la fe con el formalismo religioso.
Evangelio del día, 26 de agosto: la lección de Cristo
Del Evangelio según Mateo
Mt 23,23-26
En aquel tiempo, Jesús habló diciendo:
«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del eneldo y del comino, y transgredís los preceptos más graves de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Estas eran las cosas que había que hacer, sin descuidar aquellas. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de avidez y desenfreno! Fariseo ciego, limpia primero el interior de la copa, para que también lo de fuera quede limpio».
La imagen que usa Jesús es vívida y paradójica: preocuparse por el detalle minúsculo y descuidar lo que es enorme. Esto muestra cuánto puede engañarse el corazón humano, refugiándose en pequeñas observancias exteriores para evitar las grandes conversiones interiores. El riesgo es el de un cristianismo de fachada, que no incide en la vida real y no cambia las relaciones con los demás.
Limpiar el interior
El Señor indica un camino claro: «Limpia primero el interior de la copa». No es una invitación al exteriorismo, sino a una renovación profunda del corazón. La fe no parte de las apariencias, sino de un corazón que se deja purificar. Si dentro hay verdad, amor y misericordia, también lo de fuera será iluminado. La pureza del corazón no es perfección sin mancha, sino un camino de sinceridad ante Dios, sin máscaras ni dobleces.
Un llamado para nosotros
Estas palabras nos invitan a mirarnos dentro: ¿qué habita realmente en nuestro corazón? ¿Nos preocupamos más por parecer religiosos o por vivir según justicia y misericordia? El desafío del Evangelio del día del 26 de agosto es concreto: poner en el centro la fidelidad a Dios y el amor hacia el prójimo, sin caer en la ilusión de una fe hecha solo de exterioridad.
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